Fúnebre. No hay otro calificativo para describir la música de Bloody Panda. Desde el comienzo espesos bancos de niebla transformadas en sonidos te inundan el alma. La fría e impiadosa muerte. El estado de parálisis total a la cual todos debemos someternos tarde o temprano. Más temprano que tarde podemos experimentar esa viscosa y gélida sensación escuchando a estos neoyorquinos. Bloody Panda es funeral doom, con especial énfasis en lo de "funeral". No es solo la sensación de muerte que domina todo el disco, sino todo su contexto, la muerte es demasiado poco para ser descrito por sus notas; son los instantes previos al deceso, con toda su dolorosa escenografía. "Summon" es música para morir en un hospital: es llegar en la camilla y escuchar el rechinar de las rueditas al ingresar, malherido o sofocado por la enfermedad. Es el olor a desinfectante, son los fríos dedos de los médicos con sus guantes de látex, es el pinchazo de una aguja, es el hedor a la sangre de las transfusiones, son las miradas curiosas, que se fascinan y horrorizan al mismo tiempo, al vernos en los pasillos descascarados del hospital público. Es la desesperación ante el inminente final, del que uno nunca se ve librado, es la prolongada agonía, es el cansancio de sentir dolor. Bloody Panda es la música de miles de enfermos terminales gimiendo en su lecho de muerte. La nipona Yoshiko OHara gime lacónica o estremece con sus gritos, haciendo gala, nuevamente, de una riqueza vocal envidiable. Un disco tan pesado y negro como expresivo y agobiante. Disco del año de doom. No se puede ser más extremo que esto, todo tiene un límite.
alien
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